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"Los viejos amores que no están,

la ilusión de los que perdieron,

todas las promesas que se van, y los que en cualquier guerra se cayeron....

Todo está guardado en la

memoria,sueño de la vida y de la historia.."









9 de junio de 2009

Descargo emotivo sin careo de una mujer desesperada



Cualquier semejanza de los personajes y/o hechos con la realidad, es pura coincidencia.

Te conocí en un viaje típico de secundario, instalado en nuestra sociedad, a mediados de Julio, bastantes años atrás…te conocí accidentalmente…vaya a saber uno porqué motivo dejé mi lugar al lado de la ventanilla para morar a mitad del recorrido al lado tuyo. Socializar, encajar, explorar, necesidad. Éramos muchos en aquél colectivo de dos pisos, éramos extraños el primer día, éramos vos y yo a horas de haber empezado el recorrido…Sueño, cansancio, ansiedad, ganas…y siempre la necesidad.
Al amanecer, en la Pampa, me encontraba todavía al resguardo de tus brazos. Los paisajes empezaron a decir “presente” ante nuestros ojos…los míos ya miraban la naturaleza olvidando la escena de aquella madrugada, escapando de lo seguro y de lo ya alcanzado, preparándome para lo que se avecinaba.

Me buscaste…yo sintiéndome importante me alejaba excusándome con que estábamos de viaje y no había lugar para el reproche.
Pasaron los días de aquella estadía, pasaron caras, personalidades, coreografías de baile, excursiones, encuentros y desencuentros…y allí una noche, ésas donde uno ya siente el regreso a lo cotidiano y a aquella vida “normal”, te encontré no conmigo, sino sin mí físicamente, hablándole de mí sentimentalmente a quien te brindaba lo que yo te había negado aquella media mañana.
“Uno valora las cosas cuando las pierde”…sí, seguramente…faltaba sentir ésa pérdida, ese sentimiento de “abandono”, de reemplazo, la competencia al acecho, la sombra de tu presencia que se había esfumado. En aquél momento tuve que actuar, como suelo hacer, para recuperar lo que es “mío”, marcar una especie de territorio en ése paisaje que había descuidado por la presencia de otro más imponente y desconocido.
De regreso, la misma escena…ya no las mismas ubicaciones espaciales ni temporales, pero sí los mismos personajes…vos y yo.

El noviazgo, como se lo suele llamar al contacto físico entre dos personas, al juramento del “amor eterno”, al camino que emprenden quienes se arriesgan a un futuro, a la necesidad innecesaria de la dependencia, al encuentro de la media naranja, a eso que vulgarmente y tan naturalizado se dice amor, duró un poco más de seis años.
Duró más por mí que por vos, duró más tiempo de lo que te llevó una noche a encontrar la traición, hacia mí, hacia lo “nuestro”, hacia lo que nunca llegó.

Ése llamado ajeno, recibido aquella madrugada en la que me encontraba ya dormida, en los que días previos habías realizado el típico escape que cada tanto te atacaba ante vaya a saber uno qué situación, qué compromiso, qué miedo…al que siempre se lo destinábamos como parte de tu personalidad y que parecía natural en vos, hasta “normal” y general en los hombres, fue el que desató un final inesperado, el resurgimiento de un síntoma reprimido, el común estrangulamiento del corazón, lo increíble de lo predecible, lo ignorado…”ojos que no ven, corazón que no siente”.

Te devolví el llamado, tratando de ser fuerte, la que todo lo puede y a la que nada le afecta (aunque ni yo me creía ese papel), me subí un escalón para poder, por primera vez, estar por arriba tuyo…No te negaste demasiado como suelen hacer los personajes de aquellas historias que uno recolecta, guarda o desecha, de las experiencias ajenas. No…vos tenías que ser la excepción y al mismo tiempo el común denominador del clan “son todos iguales”.
Directa, concisa, precisa, sin vueltas, te indiqué el camino al que quería que te dirijas de ahí en más, en contramano del mío, y aún desviado también del resto…al que suelen ir las cosas que se desechan, que ni siquiera sirven para reciclar.
Guardé por meses, eternos, todo tipo de humillación, revuelta de sentimientos, descarga de decepción, verborrágia maldita, lo que costó evitar fue el dolor estomacal, el llanto ya habitual, el esporádico resentimiento, la tan temida depresión.
No volviste…y así seguí cosechando ésos sentimientos antes desconocidos y caracterizados como el lado oscuro de la personalidad, ése que hay que exorcizar, pero que yo creía aplacar con la llegada de un nuevo amor.
Meses tardé en poder mirar a la gente de frente, a no mirar a toda mujer como rival y como posible cómplice de tu infidelidad. No conocí la noche de los viernes ni sábados. Sólo me refugiaba en alguna que otra serie americana y en el seno familiar.
No recuerdo haber derramado tantas lágrimas como aquél domingo de septiembre, pareciera que ése tipo de situaciones suicidas suelen ocurrir en ésos días…

Nunca me gustó tanto trabajar como en ésos meses siguientes al “peor día de mi vida”.
José Luís, llegó una mañana al local en busca de la presencia de mi jefe. Sería un nuevo empleado de ahí en más, un compañero de trabajo asalariado y una nueva aventura entre las penumbras del pasado.

“Mi señora”, dijo en sus primeros días. “Tan joven y con señora?”, me pregunté en mis adentros, en los que se iba arraigando una especie de curiosidad por él, por sus besos, por sus abrazos, por sus deseos.
Conocí hasta el sudor de sus lágrimas, conocí un ser que parecía abrigar el más puro de los sentimientos, una persona que compartía conmigo todo lo que se le negaba donde a las 24 horas lo esperaban.
Creía estar con él como en venganza de lo que aquél infiel me había hecho, convirtiendo en infiel a José Luís al mismo tiempo.
No creo que haya miedo más grande a la “pérdida” de un hijo.
Todo transcurría a las sombras de los demás, hasta convertirnos nosotros mismos en sombras de la realidad y de la verdad.
Pasión, desenfreno, satisfacción, deseo, lo imposible…mezcla potente la que abrigábamos en cada oportunidad de encuentros y desencuentros.
No iba más allá de eso…en mí porque no veía en él al “prototipo” de pareja, y en él, porque muy adentro suyo, aunque también en su mirada, sabía que, a pesar de sus hartas promesas, el sí ya se lo había dado a otra persona.

Portuario en Puerto Deseado, se convirtió en otoño. Esperó con ansias ese viaje que lo alejaría de aquello que ya le daba asco, que lo haría sentirse libre de ataduras a pesar de que lo alejaba de mí.

El regreso era muy esperado por ambos. Dependía de sus horarios, de sus estadías en el puerto, y de su falta de señal en aquél océano.
Cuántas promesas futuras, cuántos proyectos, con qué fuerza crecía lo que negué antes de su partida.
Las llamadas posteriores denotaban cierto desconcierto, dudas, miedos…posiblemente se acercaba el regreso.
Traté de seguir con mi vida…uno nunca sabe…no quería volver a decepcionarme.
Un mes después, llegó un mensaje, que no creí que iba a ser el último: “Hay alguien que piensa en vos siempre de la forma más linda. Siempre te voy a amar”. Él solía decir que pase lo que pase, siempre me iba a amar…”pase lo que pase”, a eso lo tuve mucho miedo, al mismo tiempo que sabía a que se refería, por alguna razón estaba presente.

Estaba en horario laboral, de buen ánimo, con un sentimiento inmenso dentro mío, lo sentía cerca…faltaba poco para su regreso a pesar de las semanas que pasaron en que no tuve noticias suyas. No podía explicar ésa especie de presentimiento que me daba fuerzas aquél día.
Después del fin de semana, de vuelta al trabajo, me enteré que el mismo día en que mi presentimiento dijo “presente”, llegó a Rosario y no fue por él por quién me enteré.
No supe nada más de él. Su vida iba a ser la misma que llevaba antes de partir, quizás antes de conocerme, ya que en su regreso yo ya no formaba parte de ella.
Final predecible…anunciado…

Me acabo de dar cuenta de que me dirijo a quien me traicionó por primera vez en primera persona, como si realmente fuera todavía presente, aquí y ahora, y en José Luís, en tercera persona, como lo alejado, lo ajeno, lo de alguna manera dejado atrás. “Mejor sólo que mal acompañado”. Frase si las hay…aunque ésa nunca se confundió conmigo.
“No hay mal que por bien no venga”. Creo que todavía no se a que hace referencia con el “bien”, por lo menos por acá nadie vino.
Cuando la soledad me acecha, suelo refugiarme al respaldo de aquella frase: “Más vale malo conocido que bueno por conocer”, aunque él no era malo pero sí conocido.
La historia con Leonidas comenzó un día en el que yo estudiaba en un recoveco de la ciudad. Ahí se hizo presente la celestina que se encargó de que nos conozcamos en los días siguientes.
Teníamos como diferencia unos años, yo era mayor que él.
Hubo entre nosotros un solo beso y varios desencuentros.
No perdimos contacto. Así fue como se convirtió en la posibilidad de sacarme de aquél pozo en el que yo me encontraba y del que no había hecho mucho esfuerzo por escapar.

Lo titulaba como mi “amigo”, privilegiando esa amistad que en él se convirtió en nada a comparación de lo que se acrecentaba en él con el tiempo hacia mí.
Siempre le aclaré cuál era mi situación, mis estados de ánimo eran visibles y no predecibles. Él no lo logró entender. Ni yo me entendía, aunque aparentaba que no fuera así para de alguna manera justificar mis actitudes, planteos, y demás ante él, que ya actuaba presionando, acelerando tanto como el 128 que nos trasladaba en cada encuentro y que en cada cambio aumentaba la velocidad para que despejara, a pedido mío, los fantasmas del pasado o las situaciones cotidianas, molestias, quejas, pesadumbres, que me acechaban en aquellas oportunidades.

Así de rápido también resulto lo “nuestro”, aunque nunca me gustó titular lo que compartíamos como lo “nuestro”, no estaba a mi alcance ni a mi gustos, evitaba crearle falsas expectativas devenidas en desesperanzas, detuve por un tiempo mis sentimientos pero no así mi mente que se manejaba con la misma rapidez que nosotros por la costanera.
Se esfumó todo como el viento que deja al pasar un auto a toda velocidad. Quizás quedaron algunas huellas en algún camino que no volveremos a recorrer. Hice hasta donde pude y quise para que entienda que no lo quise lastimar. No iba a escapar como hicieron los que me convirtieron en lo que soy. Fui sincera, pero aún así no entendió. Uno nunca entiende los sentimientos del otro cuando no son los mismos e igual de intensos que los de uno.
La amistad entre el hombre y la mujer…no era posible de sostener, por lo menos de su parte.
Guarda en su baúl corporal algún sentimiento quizás, en el asiento trasero de su auto una satisfacción puramente libidinal, pero entre los dos ya no compartimos nada, sólo nos une un contacto virtual.
A éstas alturas veía todo por lo bajo, suena paradójico, pero así era.
De cualquier situación de roce físico, mirada profunda, palabras “sinceras”, entre alcohol y algún cigarrillo, que me dedicaran, yo veía en aquella situación la única oportunidad posible de conocer a quien me haga olvidar y se proclame conquistador y dueño de mi mente y corazón. Era ésa la oportunidad, el ahora o nunca, el no dejarla escapar, hacer todo lo posible para que no se evapore y realizar lo que esté a mi alcance para recién ahí sentir que ya nada puedo hacer, que dependía del otro, de sus actos, de su histeria, de su pasado y presente, de su estado, pero ya no de mi.
Así fue como conocí a Cristóbal, Renzo, Ignacio, Sebastián y Nicolás.
Cristóbal es habitúe de donde nos cruza la noche el fin de semana. Era el único del montón a quién le dirigía las miradas, él no las esquivaba, las recibía, en cambio, sin despegar sus ojos de los míos. Puro arte visual. Era él o él, no cabía otro en mi blanco.
Pasaron semanas y se repetía la misma situación. Prejuzgaba, prejuiciaba y maldecía su detenimiento al actuar. Conclusiones absurdas entre amigas, cansancio por la espera, me decidí a tomar la iniciativa (confieso que no me cuesta tanto cuando algo me interesa), no fue una acción muy premeditada: pasé al lado suyo, me miró muy de frente, le pregunté qué pasaba, con una sonrisa cómplice y de no entender, me dijo “hola”, y en cuanto nos acercábamos a saludarnos nos besamos. Si, sin vueltas…supongo que así funcionan las cosas hoy, por lo menos para mí.

Pasaron unas semanas, y en una plaza, antes de que caiga el rocío, él protocolo femenino formal ya lo había dejado de lado.
Por lo pronto no fue más que eso…primero para él, luego para mí, ahí fue cuando él comenzó a tomar la iniciativa y yo la negativa.
Renzo, dijo “presente” una noche en el mismo lugar que frecuentamos Cristóbal y yo…La lista ésa noche la tomé yo, y ahí fue cuando lo guardé en el fichero de “posibles”.
Chef de restaurante, alejado de la Capital, inquilino junto a amigos, unos años menor que yo, y un paladar privilegiado en cuanto a los alimentos exóticos, como por ejemplo los hongos y algunas hierbas que suele adicionar.
No es de esas personas a la que una arrastra al ámbito familiar, con todo lo que eso acarrea, pero sí una que llenaba el vacío sentimental, no existía proyectos a largo plazo, sólo lo que proyectaba la noche y ambos decidíamos tomar partido.
Conversábamos mucho, y conservábamos poco. Nos unía cierta afinidad corporal y lo que se llama “buena onda”. Pero mis sentimientos no eran de “buena onda”, sino más bien “lo quiero para mí, me encanta”. En eso siempre me caracterice por llevar la delantera.
En un altar imaginario jerárquico se ubicaban sus amistades. Una se acostumbra al segundo plano.
La tecnología nos dio la espalda y las noches se convirtieron en un desencuentro semanal. No faltó oportunidad igualmente para que nos crucemos. Me encontró una de las tantas noches, con un “amigo” sin compromiso, salvo verbal, y en cuanto hubo un encuentro a solas, a mis espaldas asomó ése nuevo “amigo” y ahí fue cuando su saludo fue lo último que supe de él. Ya no le echo la culpa a la tecnología.

Proclamándose como una especie de “revolucionario”, y según él en el mejor estado psicofísico, lo conocí a Ignacio.
Amigo de amigos, de hermana de amiga, irrumpe una noche, de las tantas habituales, en el recoveco por allá en los bajos.
Fue una presentación típica de dos personas que se saludan porque había alguien en común.

No fue típico ni común que yo, después de aquella noche, lo viera cada tanto sin ser él, y si fue harto normal que me haya invadido la curiosidad y las ganas de conocerlo.

Menor en cuanto años, pero maduro ante la adolescente en que me convertí de ahí en más.

La política y la línea marxista nunca fueron mi fuerte, pero sí la historia argentina, donde encontré un juego de consignas para llegar a él.

Relación abierta experimentaba y por la cual él lloraba, no duró más de lo que duran mis suspiros cuando me acuerdo de él, presente o ausente…

Noche eterna, habiéndonos visto únicamente aquélla vez, nos envolvió en un estímulo-respuesta permanente, tan idealizado, tan novedoso, inesperado y desesperado. Cuánto en común, cuánto por desear, cuánto por poseer, cuánto por brindar sin nada que esperar...

La noche en que por el "rocío" te hiciste presente, en una salida para beber, previo acuerdo, hablé más con tu "masculinidad" que con vos...presencia que intimidaba y a la vez te alejaba...Mezcla de desahogo por lo que venía acumulando en desdichas pasadas, resonó todo en un llanto que de rebote presenciaste y de lo que yo no obtuve más que un silencio de tu parte...

Cada tanto te encuentro fríamente a través de una pantalla y un sonido avisa tu arribada...algunos panfletos que anuncian un próximo candidato y una charla facultativa, te acerca a mí sólo si me inscribo para concurrir, sabiendo que seguramente estarás allí...

Sebastián....tenía un severo problema de personalidad, un gran complejo de inferioridad, una vida que no era la que deseaba llevar, que ocultaba detrás una serie de mentiras que una persona como yo, de gran vulnerabilidad, podía soportar!

Días enteros, ansiedad por conocerte, imágenes de quién "eras", y una necesidad de que sea verdad.

Cómo soportar una nueva decepción?, el chat se presta a éso...soy y no soy, puedo ser quien quieras que sea, puedo fingir no ser yo, mi otro yo...

Ni un grito era quien decías ser...aquél cantante de covers de Animal, Slipknot, Carajo, Pantera...sólo eras una especie de fan que frecuentaba el Sótano, lugar si los hay oscuros como tu verdad.

Tu imágen no era la que yo había idealizado a partir de aquéllas fotos, tu lugar de trabajo no era el que cada tanto frecuentaba alguna que otra amiga para ver si te podía encontrar e ir a donde yo esperaba....ahí a mitad de cuadra, ansiosa por saber qué había visto.

Una noche, primer encuentro cuerpo cuerpo, no eras ni vos, ni quien decias ser, no eras nadie, sólo aquél que con su actitud me asustó tanto, que aún sabiendo de tus mentiras, ilusa por demás, decidí continuar...

Teléfono sonando, llamadas a cada hora, actitudes psicópatas y no de las divertidas...fue lo único que me quedó de vos y de aquella experiencia que uno suele tener con ésto de la cibernética y del chat meloso.

Otra vez por los Bajos, ése lugar que me incita cada fin de semana, a escuchar buena dosis de rock, y encontrar a los de mi misma "especie"...

Cerca de una amiga, estaba Nicolás con Pucho, y no precisamente de los que se fuman.
Me acerqué a ambos, en una especie de embotellamiento de gente...cada vez más cerca...cruzamos miradas, sonrisas cómplices, un ida y vuelta entre canciones, y finalmente una espumosa y amarga Warsteiner. Por momentos érmamos Nicolás y yo, sin rastros de humo...

Nos fotografíamos burlonamente...sin reparar en un futuro, sólo rostros joviales, una mesa llena de botellas vacías, y Pucho mirando hacia el horizonte graciosamente.
Caminando, la conversación era por demás de entretenida...Pucho se había esfumado.
Cuánto en común, salvo por lo estructurada que era tu carrera de arquitectura y que humanísta era la mía...el resto iba viento en popa.
Tu futura licenciatura, diseñaba tus palabras y me delineaba tu departamento. Constaba aquél edificio, ubicado a pocas cuadras de mi casa, de cuatro torres, entre ellas A,B,C,D. Coincidíamos en el número de piso: ambos piso siete.
Aquello fué lo que resonó en mi, como una punzada constante en mente y corazón, ya que no hubo beso ni intercambio de texto. ¿Y si era el amor de mi vida?...No me iba a quedar sin saber la respuesta a aquélla pregunta tan decisiva. Por lo que me calzé de alguna excusa y emprendi el viaje hacia las calles exáctas sin números pero con la mente en claro en cuanto al diseño de tu morada.

Toqué timbre, era tu voz. Sorpresa obvia por mi inesperada aparición. Estaba ocupado en uno de esos tantos trabjos que requieren de la misma concentración y dedicación que tuve que implementar para llegar a los hechos.
Por fín hubo un intercambio telefónico. Mi misión fue cumplida.
Existen tantas casualidades, causalidades, y algunas que otras "mala leches", que hicieron que ésas benditas fotos, que habíamos destinado al momento, llegaran, por medio virtual y por una patética etiqueta, a manos de aquél que se había esfumado y había sido también modelo de las mismas.
Al día siguiente, te incluíste en la escena cibernética pero molesto por haberte enterado que aquéllas fotos habían sido públicadas por quien escribe, sin ánimos ni intención de ofender. Fue una conversación sencilla a corto plazo y de poca duración.
No te encontre más entre mis contactos. De vez en cuando encuentro rastros de humo...pero de vos, ni cenizas.
"Son hijos del rigor", suele decir Sabruja.


Con él, conocí más de mitología griega que en años de facultad. Su nombre hace referencia a el dios primordial responsable de la atracción sexual, el amor y el sexo , venerado también como un dios de la fertilidad...pero yo prefiero llamarlo: Esteban.
Casualmente, en tantas noches frecuentadas, impusiste tus pasos de bailes ante quien te conocía, como ya es común "detrás del monitor", y ante mi. Ambas coincidimos en que era nuestra primera vez que allí te habíamos visto, y no tardó en sumarse a nuestro encuentro quien te acompañaba.

Entre algún que otro despliegue en la pista reducida y la amargura de un Fernet, sellamos una noche que continuaría como suele pasar cuando las personas "pegan buena onda".

Sin besos por celular, ni las momias de un no amor, se hicieron frecuentes los encuentros, ya no casuales, en los bajos.
Grase, Psico Killer, George Harrison, Franz Ferdinand, nos envolvían entre cuerdas, humo, alcohol, y nos conducían a movernos al unísono.
No fue casual, ni de imprevisto, lo que sucedió una noche, donde vos avanzaste y yo ni siquiera retrocedí. Pero sí fueron predecibles las intensiones a flor de piel con gusto a fernet...

Sentí que estaba en confianza pero me inspirabas a la vez desconfianza, preguntas que tus manos, tus palabras al oído, tus bruscos besos, tus tirones de pelos iban contestando y yo justificando. Será el alcohol, será el momento, será el estado, será la primera vez...

No hace falta que pegue para que duela...

Brusco fue el cambio de actitud que adoptaste, bruscas fueron tus palabras de ahí en adelante, bruscamente cayó mi autoestima al no entender lo que sucedía.

De frente siempre. El resto sólo aparenta ir contra vientos y mareas, sólo éso...apariencias, se ahogan en un vaso de agua quienes no luchan y pelean y lamentablemente sale triunfante aquél arrogante que cree llevarse al mundo y a la gente por delante, aquél que clava puñales por amor al arte con aires de venganza hacia aquéllos que sólo se alimentan de migajas desesperadas con un último fin de esperanza.
Ésto define la clase de humillación que recibí aquélla noche en que lo esperé cansada de la autopista en que se había convertido nuestra comunicación, vos de un lado, yo de otro...siempre en contramano.
Hoy sería bueno seguir por mi lado, para que no se produzca un choque, aunque en cuanto pudo, quizás por detenerse en el paisaje, no logró verme y fue tarde para esquivarme.

Éstas son historias de vida, algunos detalles fueron omitidos, y la identidad de las personas fueron cuidadas, lo que no se cuidó fue el orgullo y el corazón de quien escribe, en parte facilitado por la actuación de la misma y en parte por quienes, como dice sabruja: son "Hijos del rigor"...






1 comentario:

Anónimo dijo...

tremendo

me encantó la fluidez del relato, es largo pero lo leí todo de un tirón

me gustan las experiencias de vida y estas están muy bien relatadas, me venían las imágenes y sentía el humo y el alcohol

historias de encuentros y desencuentros, de días de sol y noches de luna rosarina, rock, rutas y fernet

besos querida

extraño esos genailes comentarios que solías dejarme en otra vida...